¿Tiene usted el jefe que se merece?
¿Tiene usted el jefe que se merece?
Pueden ser buenos, malos o pésimos. La causa de que los excelentes abunden poco es que han perdido el espíritu de aprendizaje, no comunican bien y no ven la necesidad de cambiar. Pero no todo es culpa suya: los empleados deben atreverse a decirles lo que no les gusta. Si no reaccionan, los malos hábitos y conductas ganarán la partida. Así que, si quiere tener al jefe que se merece, actúe.
Lidiar con el jefe es el pan nuestro de cada día en las organizaciones, y una realidad que evidencia que trabajar a las órdenes de alguien puede generar motivación, implicación y creatividad o pasotismo y desazón. Cualquier profesional sueña con que su superior conozca sus capacidades, le ayude a potenciarlas, a crecer y valore sus aportaciones y esfuerzos. Sin embargo, la realidad suele ser otra y, además, en los tiempos que corren, la presión no ayuda mucho.
Catalogaciones sobre los tipos de jefes hay muchas y variopintas, pero a la hora de la verdad, tres adjetivos son suficientes para describirlos: buenos, malos y pésimos. Y la experiencia nos dice que escasean los del primer tipo.
La cuestión es ¿por qué aumentan los más dañinos? Para Enrique Alcat, director del programa superior en gestión empresarial del IE Business School la respuesta es sencilla: “Se descuidan las formas y, sobre todo, la comunicación. Impera la cultura del gran jefe que se acomoda en su puesto y no habla, no escucha ni pregunta a sus empleados”. Paco Muro, presidente de Otto Walter, considera que el principal fallo del ejecutivo es perder el espíritu de aprendizaje: “Para liderar equipos hay que aprender, y eso supone cambiar la forma de hacer las cosas. Como directivo ante diversas situaciones el cuerpo te pide una forma de actuar y el liderazgo te obliga a hacer otra muy distinta, más profesional, más medida”.
Tu parte de responsabilidad
Sin embargo, hay que recordar que tener el jefe que nos merecemos también es una cuestión que en la que estamos plenamente implicados. El 50% de la relación con un jefe depende del empleado. Lo más común es quejarse de cómo son y cómo nos tratan, pero la cuestión que olvidamos es qué hace el empleado por el directivo. Paco Muro lanza el guante a los subordinados y pregunta: “¿Cuándo fue la última vez que felicitó a su jefe por algo que hiciera bien?”. Y es que parte de la culpa de la larga tipología de los que ostentan el mando se debe a que el empleado no se atreve a decirle lo que no le gusta o no considera acertado. “Nuestros propios prejuicios nos frenan, nos amoldamos a lo preestablecido y preferimos la queja a la acción”, asegura El-Ghandouri, fundador de Creative Society.
Sin embargo, hay que recordar que tener el jefe que nos merecemos también es una cuestión que en la que estamos plenamente implicados. El 50% de la relación con un jefe depende del empleado. Lo más común es quejarse de cómo son y cómo nos tratan, pero la cuestión que olvidamos es qué hace el empleado por el directivo. Paco Muro lanza el guante a los subordinados y pregunta: “¿Cuándo fue la última vez que felicitó a su jefe por algo que hiciera bien?”. Y es que parte de la culpa de la larga tipología de los que ostentan el mando se debe a que el empleado no se atreve a decirle lo que no le gusta o no considera acertado. “Nuestros propios prejuicios nos frenan, nos amoldamos a lo preestablecido y preferimos la queja a la acción”, asegura El-Ghandouri, fundador de Creative Society.
Por tanto, ser un buen jefe no es una cuestión de tener un currículo brillante. La empatía, la transparencia, la atención, el saber escuchar y el respeto son cualidades que el directivo debe tener siempre presentes. “Un jefe debe ser motivador, dar libertad y acompañar más que ayudar a sus colaboradores para que crezcan y actúen de manera creativa”, afirma El-Ghandouri. Éste es el jefe que se convierte en maestro, en referente. “¿Cuántos le vienen a la memoria?”, pregunta Alcat.
Catálogo de los que más mandan:
TIRANOS. Se creen superiores y tratan de exhibirlo siempre que pueden. Despiadados, absurdos, mediocres, payasos.
ADICTOS AL TRABAJO. No saben irse a su casa y cuando se van es con trabajo. Mandan e-mails de madrugada, son frikis laborales.
ACELERADOS. Van siempre como una moto, se creen eficaces pero están desbordados y desorganizan a los demás. Viven en un caos que provocan ellos mismos.
AGONÍAS. Todo es para ayer; siempre está saliendo todo mal, y lo que aún no se ha hecho seguro que traerá problemas.
FENÓMENO. Un figura, es bueno en todo y todos están encantados. Hace que cualquier problema parezca sencillo, puro sentido común y coherencia.
‘MCGYVER’. Siempre se les ocurre una solución genial. Cuando el equipo está asustado por un problema encuentra de un plumazo siete soluciones.
LÍDER. Es el jefe, se nota que lo es, le gusta serlo y se esfuerza en hacerlo bien. A los demás les supone un apoyo y una tranquilidad enorme contar con él.
MARQUESES. Se creen pertenecientes a una casta especial. Llegan cuando quieren, hacen lo que quieren, se creen imprescindibles y artistas del éxito del equipo.
COLEGUITAS. Quieren ser uno más, no el jefe. Les viene grande el puesto e intentan disimularlo haciéndose pasar por un compañero más y evitando problemas.
MUERMO. Aburridos y sosos. Serían felices sin gente y con un tampón y un sello para visar papeles todo el día, pero alguien los nombró jefes y a aguantar toca.
‘SICUELA’. Tratan de que todo se decida en consenso, para que sea el grupo el que se autodirija, pero cuando toca mandar, cuando no cuela, se le ve el plumero.
MANDONES. Todo es mandar: haz esto, haz lo otro, manda esto, esto así, esto asá. Son muy útiles para dirigir a inútiles pero realmente limitadores para profesionales con iniciativa, no les dejan crecer.
‘MISSING’. No están, nunca están, el equipo no puede contar con ellos porque no hay forma de verlos ni de que dediquen tiempo a los suyos.
‘TO-PA-MÍ’. Quieren estar en medio de todo, encargarse de todo, tratan de sacar el trabajo de los demás, pero al final el que mucho abarca poco aprieta y acaban siendo un freno.
BUENA PERSONA. Jefe, jefe, no es, pero es muy buena persona. Para conversar o tomar un café es la compañía ideal, pero para dirigir un área no da ni de lejos.
LISTILLOS. Van por la vida de sabiondos, dominan múltiples áreas, son súper expertos y se lo saben todo. Todo menos que son tontos y así no van a ningún lado.
INSPECTORES. No son jefes, son sólo vigilantes. No ayudan a alcanzar resultados, se limitan a ver hasta dónde has llegado y si vas por debajo: a echar la bronca sin más.
Fuente: Paco Muro, presidente de Otto Walter
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